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domingo, 5 de diciembre de 2010

El bien y el Mal



En estos tiempos de pensamiento engañosamente liberal, en los que todo vale, parece que nadie se atreve a decir que esto está mal, o aquello, bien. Es cierto que la mayor parte de los conceptos del bien y del mal, han demostrado ser relativos a lo largo de los tiempos. Pero más por conveniencia social, política, o económica, que por otra cosa.

Desde que decidimos abolir el infierno eterno (ojalá que no unilateralmente), todo se nos ha vuelto tan relativo, que nadie se atreve a ponerle límite a las cosas, so pena de convertirse en carca y cuasi nazi, para los gurús del pensamiento moderno. Lo peor que se puede decir, es que esto no se hace porque está mal. Sin más.

El código moral de la conducta, el que nos dicta la mayoría de las veces y sin tener que preguntar mucho, lo que está bien hecho y lo que no, ha pasado a mejor vida de golpe, sin avisar, y algunos, como yo, todavía no se acaban de hacer a la idea de su pérdida.

Ahora necesitamos justificar hasta el infinito, no vayan a pensar de nosotros que somos antiguos o cosas peores, la prohibición de algo. Y a mí me parece que, si eso es lo que nos queda del Mayo del 68, está claro que nos hemos perdido alguna clase.

Para estar al día, hay que ser permisivo con toda clase de conductas, y si me apuras, un poco perverso también. Es tan divertido…

Explicarle a niños de 3 años, las razones filosóficas por las cuales no es recomendable correr con una piruleta en la boca, por ejemplo, o a los niños de 15, los fundamentos teóricos de las consecuencias hipotéticas a largo plazo, del botellón indiscriminado en las plazas públicas, hasta las 8 de la mañana, es lo menos que cualquier persona guay debe hacer. Cualquier cosa menos decir que eso está mal. Faltaría más. Que no digo yo que sea malo para nadie, explicar las razones de las cosas, pero que estoy convencida de que nos estamos pasando de la raya del sentido común, también.

Nos asusta el mal y hemos decidido desterrarlo. Si no se nombra, no existe. Y a vivir que son tres días y dos nublados.

Por eso, cuando pasan cosas como la del “monstruo de Amstetten”, en Austria, pongo por caso, aunque ya los diarios no hablen de ella, u otras similares,  a todos nos recorre un escalofrío que nos pone todos los pelos de punta, y enseguida, tratamos de tranquilizar nuestras conciencias, buscando una explicación lógica en la psiquiatría. Son enfermos, seguro, nos decimos, y volvemos a respirar tranquilos.

Pero hay veces, en las que no se encuentran razones lógicas y tranquilizadoras, ni siquiera médicas, para explicar el sadismo, el narcisismo, el abuso de poder y otras características de algunas personas, para causar sufrimiento a otras. No hay razones. Lo hacen porque quieren hacerlo, porque no les importa el dolor ajeno, porque están por encima de los conceptos del bien y del mal. Casi como nos quieren hacer creer que estamos todos en alguna medida.

Lo malo existe. Sin locura, sin compasión, sin empatía, sin arrepentimiento. Y vive entre nosotros. Exactamente igual que lo bueno.

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