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domingo, 12 de diciembre de 2010

La Fe



Durante la mayor parte de mis años de adulta me he declarado una atea irredenta. Siempre lo he dicho absolutamente convencida. O eso creo. Y he criado a mis hijos sin creencias religiosas de ningún tipo, guiándome solo por mi propia conciencia de lo que creo que está bien y mal en relación directa a los demás, y no a que nadie, más que ellos mismos, los juzgue. No hagas lo que no te gustaría que te hicieran a ti, es la máxima. No ayudes a crear un mundo en el que no te gustaría vivir. Sólo eso.

Soy racionalista y “tomasina” (de meter la mano en la llaga para creer), y la idea de dios no se sostiene ni con Superglú. Me empeño en no creer en “algo” por encima de nuestras cabezas, en “algo” distinto de la vida material que conocemos. Juro y perjuro que esto se acaba aquí y menos mal, que con una vida y no eterna, tengo más que de sobra. Pero hablo con mis muertos como si pudieran oírme. Y lo que es peor, con la absoluta convicción de que me oyen.

Me crié y me eduqué, como la mayoría de la gente de mi edad, en la religión cristiana al uso. Familia creyente pero no practicante ni machacona, y colegios de monjas no especialmente pesadas. Lo normal en la época.

Pero supongo que las cosas que aprendes de pequeño dejan una impronta especial, y en esta, como en todas las demás facetas de mi vida, la contradicción me gana por la mano de las emociones, y me pillo, siempre en momentos difíciles, eso sí, pidiéndole a un cielo en el que se supone que no creo, que no se olvide de que estoy por aquí y me eche un cable, si puede ser a cualquier parte que no sea el cuello.

Una vez la tónica en mi vida a la que no acabo de acostumbrarme, mi cabeza, razonando, por un lado, y mi corazón, deseando, por otro. Esquizofrenia total la que me caracteriza.

Tengo un amigo-guadiana (que va y viene, aparece y desaparece), que me ha jurado mil veces que la fe es un regalo. Yo siempre deseé que me lo hicieran por un lado, y temido que me lo hubieran hecho ya, por otro.

A mí la fe, al contrario que a otros, me hace vulnerable ante mí misma y ante el mundo. Me pone en un brete, me deja sin el control que me empeño en creer que ejerzo sobre mi vida. Me desbarata lo racional, lo lógico, el camino en el que me siento más cómoda. Me da un susto que me muero. Pero está ahí, la jodía. ¿¿Contradictoria yo?? No quiero ni pensarlo...

2 comentarios:

  1. Lo siento Coria, tengo que entrar como An'onimo. Quer'ia hacerlo como Ezc :)
    Como siempre me has llegado al alma ( qué es eso?).Y yo como tú, atea convencida..por la gracia de Dios..me veo hace unos días en Huesca, intentando entrar en la Catedral por todos los medios posibles ( la han cerrado al público fuera de los actos de culto y sólo se puede acceder a ella por el museo diocesano y pagando, claro), convenciendo a la señorita de la recepción y a un cura disfrazado de paisano (lo olí al minuto)que, sólo quería poner una velita a El Cristo de los Milagros (necesitaba uno en ese momento!). Que no me preocupara que los parroquianos asiduos saben que eso sí es posible..que la entrada está permitida fuera del culto para encender velitas aunque eso ya no sucede con cerillas o mecheros u otras velas, que ahora eso es abracadabra, que echas una monedita..y zas...! ( influencia de mi Cristo?)
    En fin..lo que te quiero decir con este rollo...que todas esas capas de nuestra educación, por muy liberal que haya sido, no nos las podemos sacudir..y que aunque no crea...me sentó divinamente el contarle mis penas a mi Cristo..y hasta creo que me guñó un ojo cuando me despedí de él!
    Un beso enorme..Coria..(probablemente voy a Málaga unos días en febrero..nos daremos un abrazo??)

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  2. Tengo un amigo que cree en la magia, en complots extraterrestres, en el esoterismo cátaro, algo que ni esos sabían que tenían... Mi amigo es un hombre de fe. El día que la ciencia dé una explicación a una de sus creencias, buscará otra o creerá que es un complot de la CIA.
    El esoterismo ha llegado tarde. En su afán por la magia y el secretismo, nunca se planteó intentar demostrar la existencia de dios de manera seria. Tomás se quedó a medias, supongo que ante el temor que si profundizaba demasiado, el asunto terminaría haciendo aguas como una patera llena gambianos.
    Primero fue Darwin, pero él no pudo demostrar que dios era innecesario, ahora ha sido Stephen Hawking, y ese si que les ha dado por donde más duele. Ha demostrado que para montar el tinglado no hacía falta ningún dios. Hasta ahora, la defensa de los esotéricos se basaba en eso, porque, con lo de la fe, todos sabían que no había suficiente; ahora se han quedado a solas con ella, y eso es duro y peligroso, porque se han puesto a la defensiva y pronto, cuando el libro de Hawking se convierta en religión y en estudio universitario, creer en dioses será de estúpidos e incultos.

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