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domingo, 19 de diciembre de 2010

Feliz Navidad


Sé que soy una tonta, pero llevo toda mi vida intentando que me gusten las Navidades (las Navidades, y no la absurda vorágine de consumo en que se nos han convertido últimamente).  Lo consigo a ratos, y a otros, las odio y quisiera que pasaran de golpe y en silencio, si puede ser mientras yo esté dormida. Total, por pedir…

Los ratos en que me posee el espíritu de la Navidad, sin dejar de reconocer el absurdo, me emociona la ciudad llena de luces, los puestecillos de belenes, de turrón, de carbón de todos los colores, y los villancicos. Para matarme, lo sé. Las calles me parecen más bonitas y la gente más amable. Y hasta me da igual que sea sólo por unos días al año, menos da una piedra.

Son días para hablar con la gente con la que casi nunca hablas, para reunirte con los que quieres, para echar de menos, más todavía, a los que no están, y para disfrutar con los que están. Supongo que me voy haciendo vieja y soy más capaz de percibir lo bueno de casi todo. Pero sólo a ratos.

Los ratos en que me gustaría que fuera Marzo, por ejemplo, son aquellos en los que no puedo dormir porque la hernia de hiato dice que ella también quiere celebrar las comidas pantagruélicas, y sabe dios que lo hace, solidaria ella, o en los que me toca aporrear la botella de anís con la cuchara y que Clara se monde de risa a mi costa, y mis hijos se avergüencen de la madre que los parió, o en los que echo de menos mis pantalones de pana, porque se me están congelando las piernas con las medias, y el resto del cuerpo con los escotes.

Mis hijos vuelven en Navidad. Lo sé, lo mismito que El Almendro. Y mi casa se volverá a llenar de ruidos, de broncas y de risas. Trataremos de ser más amables los unos con los otros, y lo conseguiremos unos días. Por lo menos dos o tres. Y después, volveremos a la normalidad de querernos con la intensidad propia de una familia, y la dificultad propia de lo mismo. Pero es lo único que les he pedido a los Reyes, que no dejemos nunca de serlo.

Tened cuidado con lo que deseáis, porque lo mismo se cumplen vuestros deseos. Que el espíritu dickeniano de la Navidad os posea como a mí, y os haga felices. Que os vuelva un poco niños y un poco viejos a todos, y os haga conscientes de lo que es realmente importante para cada uno. Y que lo tengáis.

Felices Fiestas a todos.

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